Pues yo soy buena gente. Y te entiendo (o trato de hacerlo). Entiendo que no está el horno para bollos y relajo. Y rebajo… Aunque mi trabajo sea el mismo. Aunque mis horarios no sean horarios, sino deshoras. Aunque tenga que corregir tus correcciones e indicar lo erróneo de tus indicaciones. Pero con tacto, con mucho tacto. Porque entiendo que no entiendes, que no es lo tuyo; entiendo tu inseguridad y no me impongo, no te impongo. Yo te aconsejo.
Pues yo soy buena gente. Me gusta mi trabajo, mi modo de vida -pasen las crisis que pasen, destruya el buen hacer que destruya o escondiendo el talento que esconda-. Porque es un ciclo, que se está cerrando. Y quedamos los que resistimos. Y resurgimos, poderosos, talentosos… Nos exponemos. A vuestro alcance, pero ya con nuestras normas. Nuestro saber se aplica. Nuestras virtudes se ensalzan. Tú lo percibes y te dejas llevar, por fin… Y ganas. Y ganamos. Y el ciclo se cierra, ganando la lógica.
Pues yo soy buena gente y te voy a ayudar. ¡Colaboremos y tiremos p´alante!
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