Llegas a la oficina puntual, casi no hay tráfico. Llegas a casa puntual, hay sitio para aparcar a la primera. Sales a tomar un aperitivo, hay aire acondicionado. Vas al súper, no hay colas. Te vistes de persona, al margen de imposibles atuendos playeros… Todo son ventajas; pero, aún así, no estás contento. Tienes esa sensación (tan conocida), mezcla de envidia y desasosiego. Tu cuerpo te está pidiendo algo… un agosto más. ¿Tal vez un descanso?
Un descanso de la pantalla del ordenador; ya te arden los ojos. Un descanso de tu carísima y ergonomisísima silla de oficina; ya te tortura la rabadilla. Un descanso de tu coche y del tráfico; ya te explota la mala leche. Un descanso de tus compañeros; ya te caen gordos. Un descanso de los clientes; ya te caen… Un descanso de los proveedores -tan majos ellos-, pero ya te caen.
Un merecido descanso.
Quince días sin identidades corporativas, sin acciones de relaciones públicas (ni offline, ni online), sin campañas de concienciación, sin planes de comunicación, sin anuncios, sin páginas web, sin posicionamientos, sin ambientaciones, sin diseño gráfico, sin redacción, sin marketing… Quince días sin ser agencia de publicidad, sin ser agencia a comunicación, sin ser agencia de nada. Nos encanta nuestro trabajo, pero añoramos nuestro descanso.
A la vuelta, seguiremos a la carga. ¡Agárrense, que vienen curvas!
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