Ya ha pasado un año, desde que LA CÓMODA forma parte de nuestra cotidianidad. Punto central de nuestra vivienda, este precioso mueble viejo-nuevo nos observa, imponente, desde su rinconcito de poder. El ojo que todo lo ve se ha convertido en el símbolo de la transición entre dos viviendas, entre dos ciudades, entre dos vidas…
Rescatamos la cómoda de una muerte segura y, coincidiendo con la mejor noticia de nuestras vidas, comenzamos a darle un nuevo sentido a su larga existencia. Un renacer, que acompañaría a un nacimiento. Un renacer, que comenzó con su traslado: del punto “B”, al punto “A”. Y vuelta al “B”, con la cara lavada.
Un lavado de cara largo e intenso. Capas de pintura; diferentes técnicas utilizadas para cada capa; un pequeño desembolso económico; el olor de un trabajo perfecto en “A”, que suplía el del tabaco recién vetado; nervios proyectados en la cómoda. Los nervios de esa transición entre las viviendas, las ciudades y las vidas.
Trescientos sesenta y cinco días después, LA CÓMODA, inalterable ante los acontecimientos que le rodean, sigue más viva que nunca. Se ha quitado, de un plumazo, el peso del tiempo y de las contrariedades. Y disfruta de otra oportunidad. Aires nuevos en “B”… En esta bonita casa, donde convive, por fin tranquila, con una familia recién formada.
Leave A Comment